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El director de la Policía Nacional, es un hombre con gran ascendencia entre los policías, pero que no escapa a cuestionamientos sobre su poder


Un grupo de no más de 15 o 20 policías, de entre 20 y 25 años, dispersos, escondidos en alguna parte del país, espiando el movimiento de narcotraficantes, luchando contra la ansiedad y arriesgando su vida. Podían estar horas sin comer y varios días, o semanas, sin ver a su familia, pero eso dejaba de importar cuando en la radio irrumpía una voz llana que decía: «De ahora en más, todas las comunicaciones a mí». Esa voz era la de Mario Layera, y esa escena se daba con frecuencia en los tiempos en que era el dos de la Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas o brigada antidrogas.

Layera forjó su prestigio entre los años 1995 y 2013 actuando en la Brigada Antidrogas. Allí fue jefe del Departamento de Información, coordinador ejecutivo, subdirector y finalmente director cuando su jefe, Julio Guarteche pasó a ser director nacional de Policía hasta que pasó a ser jefe de Policía de Montevideo, en 2013. Pero no importaba el puesto que ocupara en esos años, porque el hombre que seguía los pasos de Guarteche transmitía una «sensación de seguridad» que a Ana Sosa, hoy asesora de Layera –y por entonces una de las oficiales que respiraba hondo cuando escuchaba su voz– ahora le cuesta poner en palabras.

«Que él se hiciera a cargo de las comunicaciones significaba que a partir de ese momento le reportáramos directamente todo lo que nos pasara, y eso daba una tranquilidad…», dice.

Layera sonríe poco. En la fotografía que tiene en su currículum aparece como en todas las imágenes difundidas en la prensa: mirada seria, casi tensa, cejas arqueadas, y una abundante cabellera negra pese a sus 55 años y sus más de tres décadas de estrés combatiendo al crimen organizado.

Quienes lo tratan también mencionan su parsimonia. «Uno lo ve pachorriento, al punto que con él no podés tomar mate porque siempre te lo da frío, pero es el policía con mayor capacidad de análisis que yo haya visto», dijo a El Observador un oficial que dirige una Dirección Nacional en el Ministerio del Interior.

Desde principios de 2016 es el número uno de la Policía y cargo de confianza política del Ministerio del Interior que hasta ahora había mantenido un perfil bajo, tal vez acostumbrado a esa reserva rigurosa que mantienen quienes luchan personalmente contra el narcotráfico. Sus apariciones en los medios de comunicación siempre se habían limitado a explicar y defender procedimientos policiales o políticas de seguridad.

Así fue hasta el sábado 12 cuando en una entrevista que concedió a El Observador sorprendió a extraños –aunque no a propios–, al develar las causas estructurales que a su entender tiene el país para frenar la delincuencia y que desnudan importantes fallas del Estado: dijo que en el gobierno «no se animan» a tomar medidas de fondo, como realizar un censo previo a derribar las viviendas de los palomares del barrio Casavalle o quitarle la patria potestad a los padres que no envíen a sus hijos a la escuela. Dijo también que en la Fiscalía hay un «lío» que no permite desarrollar investigaciones de largo alcance –algo en lo que a su juicio también incide el nuevo Código del Proceso Penal–, y que el Estado –el BPS, ANEP, el Mides– no colabora con la Policía proporcionando información clave sobre la situación social de delincuentes. Fue el «huracán» Layera.

Pero en vez de desmoralizar a la Policía –que quedó dibujada como impotente ante semejantes obstáculos–, la fortaleció. Dos días después de sus declaraciones, el subsecretario del Interior, Jorge Vázquez, expresó su «enorme confianza» y, aunque matizó el futuro oscuro que anunció Layera –que a este paso en Uruguay podrán florecer las pandillas que hay en El Salvador y Guatemala–, aseguró que el jerarca no dijo nada que la cartera «no haya dicho antes».

Y Layera endureció así un don de mando que, quienes lo rodean, lo mencionan como la característica que lo describe.

«No me llamó la atención, para nada. Le escribí a primera hora de la mañana cuando lo leí», dice Sosa –también directora del Centro de Comando Unificado–, y agrega con la convicción de quien siempre trabajó a su lado: «Nadie diría algo así, incluso no sé si alguien dentro de la institución se animaría a decir lo que dijo. Fue un acto de mucha valentía».

Fernando Gil, director de la Unidad de Comunicación del Ministerio del Interior, escribió en su blog personal: «Lo dicho por Layera alineó a la fuerza policial, eso habla de liderazgo, condición indispensable que debe ostentar el primer policía del país para dirigir la fuerza encargada de dar batalla contra la delincuencia».


Mario Ramón Layera Panzardo nació en Flores, el 17 de agosto de 1962, en una familia humilde. Tiene tres hermanos y dos hijas. Es divorciado. Su padre murió hace muy poco y su madre todavía vive: eso es todo lo que él entiende que puede contar de su vida. Y explica: «Yo siempre (los) mantuve alejados de mi trabajo (…) y no podría protegerlos a todos».

Viajó a Montevideo para ingresar, en 1981, en la Escuela Nacional de Policía, y dos años después egresó como suboficial ayudante. Desde 1983 hasta hasta 1995, trabajó como oficial en la Jefatura de Policía de Colonia. A partir ese año, hasta que fue designado máximo jerarca policial en la capital en 2013, su vida transcurrió en la brigada antidrogas. Entre 2005 y 2011 participó en más de 100 operativos contra el narcotráfico, en los que se desarticularon una cantidad similar de grupos criminales. Su actuación logró que fueran procesados 430 uruguayos y 200 extranjeros. Estuvo al frente de operativos en los que se requisaron unas cinco toneladas de cocaína.

Entre los grandes operativos, hubo algunos que marcaron un antes y un después en la lucha nacional contra el crimen organizado. La fiscal de Estupefacientes, Mónica Ferrero, recuerda el año 2004, cuando tuvo lugar la primera entrega vigilada internacional –una operación que consiste en que las autoridades dejan pasar la droga para capturar a los narcotraficantes–, que resultó exitosa. También se acuerda del operativo Guerrero de los Balcanes de 2011, en el que se incautaron más de 2.000 kilos de cocaína en un yate atracado en el puerto Santiago Vázquez del río Santa Lucía, pronto para partir rumbo a Europa.

La contribución de Layera a esos golpes contra poderosos narcotraficante que comenzaba dar la Policía uruguaya era particular, según cuentan quienes trabajaron con él. Guarteche, por ejemplo, se refirió más de una vez al ingenio de Layera que causaba sensación: su invento de un software para intervenir los teléfonos –sin tener conocimientos de informática– había sorprendido a agentes de la la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA).

«Mario es el principal experto en seguir lo que llamamos la huella de las llamadas –contaba Guarteche–. No se trata de una intervención donde se oye lo que se dice, sino la huella que va dejando un teléfono que llamó a tales números, tales días, a tales horas». En eso Mario era «contundente», decía su jefe.

Ferrero usa tres palabras para describir a Layera: «excelente, excelente, excelente». También destaca su capacidad analítica en las tareas de decodificación de los mensajes encriptados de los narcos. «Ellos siempre hablan en clave –cuenta–. Nunca dicen: ‘Voy a traer tantos kilos de tal droga’, sino que hablan de remeras, por ejemplo. Y él hacía un análisis perfecto de cuánto, cuándo y cómo. Tenía un éxito rotundo: como lo decía, pasaba».

En su legajo, Layera guarda una condecoración que le otorgó la DEA en 2005, la medalla de oro Enrique Camarena –un nombre que rinde homenaje a un famoso agente encubierto, mexicano, asesinado en acción–, así como el reconocimiento del presidente de la República, Tabaré Vázquez, que el 3 de agosto de 2015, por su actuación en el esclarecimiento del secuestro a la ginecóloga Milvana Salomone, entre otros reconocimientos. El abogado de la médica, Jorge Barrera, dijo en aquel momento que Guarteche y Layera estaban «despegados» en materia de investigación criminal.

A poco menos de un año de asumir la conducción de la Policía nacional, algunos medios de prensa replicaron una denuncia contra Layera que hizo el periodista Juan Correa en la agencia de noticias Agesor. Según Correa, un exoficial de la Dirección Nacional de Información en Inteligencia conserva documentación que demostraría que Layera –junto a Guarteche y otros jerrcas– habría participado en reuniones de coordinación de actividades de espionaje a ciudadanos durante la democracia. La noticia se conoció en enero de 2017, pocos meses después de que se creara en el Parlamento una comisión con el específico propósito de estudiar hechos de esa naturaleza.

Consultado por El Observador, Correa dijo que no fue citado por esa comisión, pero que sigue estando «a disposición» de ir a presentar los documentos que conserva «si en algún momento se entiende que esta información puede llegar a ser de utilidad».

De todos modos, Layera refutó esas versiones, cuando el semanario Búsqueda lo interrogó al respecto. «Yo he participado en muchas reuniones de Inteligencia en 35 años de servicio. Si hay documentos oficiales que lo acrediten no lo voy a negar. Lo que sé es que no espié a nadie, siempre realicé las tareas de observación y vigilancia en el marco de la ley y si no que me demuestren lo contrario», respondió.

A esa referencia negativa que recibió en los medios, siguieron varias que apuntaron contra él esta semana, luego de sus polémicas declaraciones, sobre todo de parte del partido de gobierno. Desde el sector Casa Grande del Frente Amplio se exigió su renuncia. Rafael Paternain, senador suplente de Constanza Moreira y exdirector del Observatorio de Criminalidad del Ministerio del Interior, dijo que sus dichos fueron una muestra de irresponsabilidad y de «impotencia política», tildó de «supuesta» la falta de coordinación interinstitucional para combatir el delito que refirió Layera. «Es un discurso completamente conservador que no parece tener sintonía con el enfoque frenteamplista», dijo Paternain.

Y este viernes, el exdirector de Policía de Cerro Largo, José Adán Olivera, removido de su cargo, también cargó contra el director de Policía. En entrevista con El Observador, Olivera dijo que no compartía la visión estratégica de Layera. «Tiene una visión con la que yo nunca coincidía –aseguró–. Se da una visión estratégica para todo el país de cómo tiene que ser el accionar policial. Y está perfecto que haya una línea estratégica general. Pero lo que él nunca entendió es que acá seguimos la estrategia nacional, pero también hacíamos cosas propias del departamento».

Consultado para esta nota, Olivera se atrevió incluso a cuestionar el liderazgo que tiene el número uno. «No era un líder a nivel nacional», dijo, y cuestionó la política de imposición de una estrategia policial de modelo nacional, que descarta la idiosincrasia y los estilos de conducción propios de los departamentos.

«Está muy bien su propuesta, pero es como en el fútbol: es muy lindo cómo toca el Barcelona, pero no se puede jugar de esa forma en todos lados». Además, opinó que un director nacional debería tener una experiencia policial mucho más vasta y genérica que la que se puede obtener en una división especializada en narcotráfico. «Layera nunca pisó una comisaría para trabajar, y es ahí en donde se aprende a ser policía», dijo.

Enrique Navas, director nacional de Cárceles entre 2002 y 2006, comparte varios de los elogios que pronuncia una inmensa mayoría de los oficiales cuando se les pregunta por Layera. Y lo hace con conocimiento de causa: fue su instructor cuando Layera era cadete, pero puesto a opinar sobre su trayectoria profesional, dice tener «serias discrepancias».

«En la Policía Nacional los oficiales de carrera que llegamos a los cargos de alta jerarquía, no siempre tenemos las mismas líneas de acciones estratégicas, y obviamente, a la hora de vincularse con la autoridad política ministerial, adoptamos distintas actitudes… A mi juicio, uno jamás puede politizarse, y debemos mantenernos siempre apegados a la ley y la ética profesional, y no todos tenemos los mismos criterios para cumplir con esto», sentenció.

«Lo dicho por Layera alineó a la fuerza policial, eso habla de liderazgo, condición indispensable que debe ostentar el primer policía del país», Fernando Gil, director de la Unidad de Comunicación del Interior

Más allá de las críticas o elogios, todos destacan las reformas que llevó adelante. Layera promovió la descentralización del servicio de móviles de respuesta rápida de la Jefatura de Policía de Montevideo, y creó en su lugar las Unidades de Respuesta Patrullaje de Montevideo (URPM), de modo de dar una mejor capacidad de respuesta ante los llamados al 911. Además, nadie duda en atribuirle un indudable protagonismo en la formulación y puesta en práctica del Programa de Alta Dedicación Operativa (PADO) en 2016, un sistema de patrullaje metropolitano inteligente que consiste en enviar agentes a aquellas zonas en donde se registra mayor presencia del delito.

Nadie pone en entredicho tampoco su efectividad. Erode Ruiz, jefe de Policía de Maldonado –el plan llegó este año a su departamento y a otros– ha agradecido la ayuda que significó para San Carlos, por ejemplo, una ciudad en en donde los intercambios de disparos entre delincuentes ocurren todos los días. «Esto es el futuro, ya no trabajamos a los ponchazos, y esa es la estrategia que él, quien más sabe de drogas en este país, quiere llevar adelante», dijo Ruiz, quien no comparte la apreciación de Olivera sobre la necesidad de tener experiencia en comisarías para dirigir a la Policía de un país.

Sosa opina que ese es un prejuicio –o juicio– con el que su jefe debe lidiar. Sin embargo, cree que tiene otro atributo que debería estar por encima de toda crítica: «No hay muchos que persigan intereses institucionales. Lo común es que se procuren objetivos personales y él no los tiene».


Currículum

Profesión

Director de la Policía Nacional

Nacionalidad

Uruguayo

Nacimiento

17 de agosto de 1962

Edad 55

Estado civil

Divorciado

Hijos

Dos mujeres



Puntaje

La mejor calificación en su escalafón la obtuvo cuando pasó de oficial principal a subcomisario: 9.706. Cuando egresó de comisario mayor a comisario general, obtuvo 9.180 de puntaje,

30 operaciones

En su currículum se registran 30 operaciones destacadas entre 1995 y 2012, que son aquellas que llevan nombres propios como «Punta del Este», «Naranja Mecánica», «Grappa Miel», «Guaraní», «Pájarons pintados», entre otras.


Actividades

Participó en más de 40 conferencias, encuentros, cursos y seminarios en la región y Estados Unidos entre 1995 y 2017.

Reformas

Desde que asumió la conducción de la Jefatura de Policía de Montevideo, entre 2013 y 2016, hasta que ocupó el cargo de director de la Policía Nacional en 2016, Layera lideró cuatro líneas de transformación: La descentralización de la Radio Patrulla, y la creación de las Unidades de Respuesta Patrullaje de Montevideo (URPM), del Grupo de Reserva Táctica , la Dirección de Información Táctica y la Unidad de Análisis Criminal.

 

 

Fuente: El Observador.


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