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Por María de los Ángeles Márquez.

Sin dudas se habla mucho en la actualidad sobre este día y sobre este triste tema. Pero lo más importante entendemos debe ser que  este día no sirva sólo para recordar las mujeres que mueren anualmente víctimas de violencia.

          Ya en 1993, la ONU aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Allí se definió esta problemática como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. La Asamblea reconoció además que era necesario “un compromiso de todos los Estados y de la comunidad internacional en general” para eliminar estos tipos violencia.

           El 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, quienes se habían rebelado contra el régimen dictatorial de Rafael Trujillo en República Dominicana. En reconocimiento a la valentía de dichas mujeres y en la defensa de los Derechos Humanos, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó esta fecha como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

             A partir de allí, el organismo internacional invitó a gobiernos y organizaciones no gubernamentales a realizar actividades para sensibilizar a la comunidad mundial sobre este flagelo.

             En nuestro país, durante el 25 de noviembre se realizan actividades de sensibilización y fomento de la reflexión con perspectiva de género, como forma de promover una vida libre de violencia

             Hay muchos números que impactan referidos a este tema, pero hay uno que es fácil de recordar y de tremendo impacto: Una de cada tres mujeres del mundo sufre violencia durante su vida, y la mayor parte de ellas en manos de una persona conocida, querida y en la que confía –  Esta violencia contra mujeres y niñas arruina vidas, causa enfermedades, provoca un dolor y un sufrimiento incalculables y también lleva a altos costos económicos médicos y judiciales y afecta los presupuestos nacionales y de los hogares por pérdida de ingresos y de productividad.

 

              La arraigada desigualdad entre mujeres y hombres en cuanto a los roles, los derechos y las oportunidades, junto con las actitudes y las normas sociales que toleran o normalizan esta violencia, han convertido esta situación en un problema constante, aunque evitable. Para que el fin de la violencia contra las mujeres y las niñas pueda hacerse realidad se requieren leyes que protejan a las mujeres y castiguen a los perpetradores, servicios que ayuden a reconstruir las vidas de las mujeres y medidas de prevención integral de aplicación temprana. Pese a todo lo que han avanzado estos mecanismos hoy en día, la financiación sólida de las iniciativas destinadas a erradicar esta violencia continúa siendo muy insuficiente.

        Quiero compartir frases y testimonies breves de mujeres que han sufrido algún tipo de violencia y que, felizmente, no han fallecido. Algunos testimonios más y otros menos alentadores. Me reservo apellidos y lugares en que viven estas mujeres. Quizás sea esta una forma más cercana de intentar entender cómo se sienten las mujeres que sufren violencia, acepto que muy alejado de la realidad, pero que al menos sirva para la reflexión.

MARISA: “Me costó 10 años reconocerme como una víctima de maltrato, era maltrato psicológico continuo y yo pensaba que eso no era violencia.”

MARÍA: “Un día  me empujó y me tiró al suelo mientras me gritaba incompetente y todo tipo de insultos, sólo ahí creí que era víctima de violencia, aprendí después que lo que me hacía antes también era violencia.”

MAGELA: “Yo me odiaba por tener sueños y proyectos, hoy he recuperado mi vida, mi dignidad, tengo novio, pude confiar en él, soy alegre, recuperé mi autoestima y hace mucho que no lloro. Mi motivación fue mi hija, la cual me ha dicho que le encanta la madre que tiene ahora.”

BERTA: “Los 4 años que viví violencia fueron como cuarenta. Los dos teníamos hijos de parejas anteriores, éramos mayores ya. Todo comenzó con agresiones verbales y luego los golpes. Todo fue creciendo, era como que no me daba cuenta de nada…estaba en una burbuja. Sólo reaccioné cuando me vi con un cuchillo en la mano porque él había agarrado otro.”

 

ANA MARÍA: “ Los golpes me llevaron a una depresión constante, a una anorexia terrible y a varios intentos de suicidio. Mi cuerpo necesitaba llamar la atención. “

NORMA: “ Un día me quebró la nariz y la pera y lo peor era verlo besarme las mismas partes que me dañaba.”

BEATRIZ:  “ Era mi jefe y si le decía que no me tocara me amenazaba con despedirme.”

ALEJANDRA: “ Yo tenía 5 años y mi tío me llevaba al lavadero y me sentaba en la pileta, que le llegaba a la pelvis. Recuerdo que durante esos largos minutos…yo sólo pensaba…. Por qué nadie viene a socorrerme? Por qué nadie viene a socorrerme? Por qué nadie viene a socorrerme?.

JULIA: “ Viví toda mi niñez sometida a la violencia de un amigo de mi padre. Sólo ahora lo cuento, con 50 años, porque me enteré que el tipo que me arruinó la vida murió.”

PAULINA: “Tengo 7 años, cuando mis padres me pegaban yo cerraba los ojos y el dolor se iba, me quería ir de la casa pero me decían que qué iba a hace por ahí si nadie me quería en el mundo y que ahí tenía casa y comida.  Cuando sea mayor me voy a vengar.”

 

NADA MÁS QUE AGREGAR.

 


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