Obispado de Salto
Primer saludo al Pueblo de Dios de la Diócesis de Salto
A todo el Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de Salto, a las comunidades y parroquias de Salto, Artigas, Paysandú y Río Negro y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta región del Pueblo Oriental.
Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Como ya sabrán por las noticias oficiales, el Papa Francisco ha querido nombrarme obispo de la Diócesis de Salto. Aunque ya habrá oportunidad de presentarme más largamente y encontrarnos de muchas y diversas maneras, no quería dejar pasar la oportunidad para saludarlos y trasmitirles mi alegría –y también les confieso, algo de temor– por esta misión que la Iglesia ahora me confía.
A veces Dios interviene en nuestras vidas, haciéndonos dar giros de más de 180 grados. Como a Abraham que lo sacó de sus seguridades para llevarlo a una tierra mejor. En cierto sentido, así lo ha hecho conmigo. Dios me llama desde “el otro lado del Río”… -como dice la canción de Drexler-el otro lado del Río de la Plata, donde hay también muchos otros orientales… He ejercido el ministerio sacerdotal allí, en el gran Buenos Aires, desde mi ordenación sacerdotal. El Señor me trae ahora aquí entre ustedes, a una tierra que no me es ajena, no solamente por haber nacido en ella, sino por los muchos lazos que he tenido y tengo con personas muy queridas.
Esta querida diócesis de Salto ya tiene 121 años. No son pocos. Vengo a integrarme plenamente a esa huella que fue dejando la Iglesia en medio de esta porción del Pueblo Oriental. Tengo presentes a algunos de sus pastores que he conocido personalmente y que quiero recordar con memoria agradecida. A Mons. Marcelo Mendiharat con quien traté frecuentemente en su exilio en mi diócesis de Morón. Recuerdo que asistió a mi ordenación sacerdotal. A Mons. Daniel Gil Zorrilla, que como ustedes saben me une la sangre, pero también el padrinazgo de bautismo. Hace 10 años estuve aquí para acompañarlo en su pascua hacia el Padre. Me recibe como padre y pastor Mons. Pablo Galimberti a quien agradezco particularmente su cercanía, su corazón abierto y trasparente, su sonrisa franca. He conocido algunos de los curas de esta diócesis. Quiero recordar -y en él a muchos otros- a mi tocayo el P. Fernando Pigurina, con quien nos comunicamos hasta antes de su muerte. Todavía tengo grabado en el corazón su último mensaje: “me voy a escalar otras montañas…”.
Tengo muchos deseos de recorrer cada rincón de la diócesis para encontrarme con todos y con cada uno. Seguramente hay mucha vida entre ustedes, semillas del evangelio plantadas y germinando. Un obispo argentino que prontamente será beatificado, Mons. Angelelli, les decía a los curas que llegaban a su diócesis: “tenés que tomar mate con la gente y poner un oído en el pueblo y otro en el evangelio antes de hacer nada.” Ojalá el Señor me regale ese espíritu y ser el buen pastor que desean y esperan, el que acompaña, el que escucha y el que anima toda la vida que viene de Dios.
Vengo de una diócesis que está en la periferia de Buenos Aires, la diócesis de Merlo-Moreno, en el oeste bonaerense, camino a Luján. Allí he vivido años muy felices de comunión con buenos curas, religiosos y religiosas, laicos y laicas. El Pueblo de Dios sencillo y fiel me fue formando y enseñado el camino para ser un buen pastor. He podido también acompañar otras realidades pastorales, académicas y de formación.
Seguramente Dios me llama ahora a volcar esa experiencia, compartiéndola con humildad y enriqueciéndome también con otras.
Me confío durante este tiempo,antes de llegar, a la oración de todos. Se que la Virgen de los Treinta y Tres me va a acompañar. Me confío también a la intercesión del Siervo de Dios Jacinto Vera, padre de la Iglesia en Uruguay. Que sepa ver en él, el modelo de una Iglesia en salida como la que nos está proponiendo el Papa Francisco.Estoy contento y espero que el Espíritu Santo me ayude a trasmitirles esa alegría para que podamos seguir construyendo entre todos una Iglesia que sea “lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”
(EvangeliiGaudium 114).
Salto, 24 de julio de 2018
Con mi bendición
P. Fernando