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Mucho se habló durante el 2019 de la situación financiera preocupante de la intendencia de Salto.

Vimos anunciar a pecho hinchado al ex director de hacienda, que se pagó la cuota del fideicomiso Daymán en tiempo y forma. Como si fuera un gran esfuerzo cuando en realidad era y es una obligación.

El susodicho se cansó de hablar la situación finaciera como una cajita de cristal que podía romperse si no se mantenía cierta prolijidad y la verdad es que más que de cristal fue de cartón y del fino, el que lo soplás y vuela.

El ex director de hacienda y el ex intendente, ex emperador, hoy llamado al llano en una canoa con un solo remo y sin saber pilotearla, deberían haber informado que ese pago fue a cuenta de otras cuestiones con las que no se pudo cumplir.

A ver. En la economía familia hacés la vieja calesita, un día llegás a casi todo y en otras a casi nada por lo que te obliga a entrar en la famosa calesita.

El inefable «Chacho» anunció el pago del fideicomiso pero se olvidó contar, incluso a Noboa, que dejaba 30 (léase treinta) millones de pesos en cheques diferidos. Son alrededor de 800.000 dólares. Casi un millón de verdes que hay que renegociar.

Todos sabemos que renegociar significa aguantame el cheque que te lo cambio para más adelante.

No escuchamos en su desnudez soberbia y altruista decir ni al ex director de hacienda ni al ex emperador inventor de su mundo, que eso estaba en la calle y que el salvador Noboa debía resolver


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