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El DJ uruguayo Fabián Jara contó cómo es la experiencia de la vacuna de Pfizer en Argentina y cuál es su evolución tras darse dos aplicaciones.

Desde que contó que es uno de los voluntarios que están recibiendo la vacuna contra la COVID-19, al DJ uruguayo Fabián Jara le dicen muchas cosas en Buenos Aires. A veces son buenas, como felicitarlo por la valentía que tuvo al ofrecerse. En otras le advierten que le van a insertar un microchip o lo que indique la teoría de turno. Una vez, el dueño de una heladería lo increpó y le dijo que tenía que estar loco para dejarse meter «cualquier cosa» con la «mentira» de la vacuna.

Todo el mundo quedó dado vuelta por el nuevo coronavirus, que originó una crisis sanitaria y económica cuyas verdaderas consecuencias comenzarán a verse más claramente en los próximos meses. A Jara, que vive en Argentina desde los ochenta, la pandemia le pegó especialmente duro. Como DJ, periodista radial y gestor cultural, rubros en las que la presencialidad y las aglomeraciones son parte del trabajo cotidiano, sus actividades se redujeron a cero.

Deprimido por los días oscuros de la cuarentena obligatoria en Argentina (que lo llevó a no ver amigos personalmente desde marzo hasta setiembre), en agosto vio una oportunidad de sentirse útil y activo: una convocatoria buscando voluntarios para probar la vacuna de Pfizer y BionTech en Argentina.

Fabián se postuló tras llenar un formulario online y en agosto recibió una llamada telefónica. En primer lugar lo descartaron por tener una enfermedad preexistente (diabetes), pero en los primeros días de setiembre volvieron a contactarse con él para decirle que habían ampliado los grupos, aceptándolo como voluntario.

El 15 de setiembre Jara se presentó en el Hospital Militar de Buenos Aires para darse su primera dosis, una pequeña odisea que le llevó siete horas. Además del control de temperatura y la entrega de una credencial para identificarlo, los especialistas le brindaron una charla explicativa de casi tres horas para detallarle punto por punto la experiencia que estaba aceptando y el destino que tendrían sus muestras de sangre, entre otros procedimientos.

La explicación incluyó el recuento de la enfermedad, desde que fue detectada en Wuhan, a los intentos por encontrar una vacuna y la decisión de elegir Argentina para reclutar voluntarios. «Lo más fuerte es cuando te hablan sobre las responsabilidades si te pasa algo. Yo lo sabía al postularme, pero te aclaran que los laboratorios no son responsables en ese caso, y es fuerte escucharlo», cuenta Fabián a Montevideo Portal.

Luego de pasar por la extracción de sangre -donde también debió responder un cuestionario que incluía un «protocolo» de conducta para voluntarios- y otros encuentros con médicos y expertos, le hicieron un hisopado en una experiencia casi «espacial»: las personas que la realizaron estaban en una cabina de la que solo salían sus brazos, «como si fueran astronautas», para manipular el hisopo.

Tras la espera para ver el resultado del hisopado, llegó el momento de darse la primera dosis. «Es una aplicación como cualquier otra vacuna», explica Fabián, aunque recuerda haberse sorprendido del largo de la aguja. Tras recibir la vacuna, quedó media hora en observación en el lugar, para comprobar que no hubiera reacciones inmediatas.

El procedimiento incluyó también la descarga de una aplicación de seguimiento para COVID-19. Es decir, no para monitorear posibles efectos secundarios de la vacuna sino para corroborar que no haya contagio de la enfermedad. Todos los miércoles a las 18 horas la aplicación lanza una alerta en el teléfono de Fabián y le pide que rellene algunos datos, un seguimiento que durará dos años.

Además de la intervención de la aplicación, tiene también un seguimiento personal: una funcionaria del estudio lo llama por teléfono los miércoles de noche y le pregunta cómo va su evolución tras haber recibido la dosis. Así será también por dos años (lo que implica un total de 26 meses de controles).

El 21 de octubre Fabián volvió a presentarse en el hospital para recibir su segunda dosis, una experiencia que se redujo en esa ocasión a cuatro horas. Esta vez la charla fue más breve pero pasó nuevamente por las fases de extracción de sangre, hisopado y, por supuesto, la vacunación.

Su tercera presentación en el Hospital Militar fue el 11 de noviembre, pero simplemente para control y no para darse otra dosis. Tendrá un control por mes en forma presencial y uno semanal en forma remota.

Hasta entonces, Jara no sabía si le habían administrado la verdadera vacuna o un placebo (en lo que se conoce como experimento a doble ciego, en el que ni los individuos ni los investigadores saben quién pertenece al grupo de control y quién al grupo experimental). Sin embargo, en los últimos días los responsables del trabajo comunicaron a quienes habían recibido solo placebo que serían vacunados. Fabián no estuvo entre ellos, lo que lo llevó a concluir que ese encuentra entre quienes recibieron las dosis auténticas.

Causas y efectos

Tras recibir ambas dosis, a Jara comenzó a dolerse el brazo unas dos horas después de la aplicación, lo que lo limitó físicamente por un rato pero sin mayores consecuencias.

Al sábado siguiente de haberse aplicado la primera dosis, sin embargo, despertó con un ataque de tos persistente que duró algunos minutos. Preocupado, cometió un error: cuando la aplicación de su teléfono le preguntó por síntomas, detalló este episodio sin percatarse de que allí solo debía responder por síntomas de COVID y no por la vacuna. Eso activó un protocolo por la enfermedad que motivó que estuvieran a punto de enviarle asistencia médica a su casa.

Más allá de este malentendido, la vacuna de Pfizer no le ocasionó ningún síntoma perceptible desde que se dio la primera dosis. Según comprobó en charlas posteriores, el acceso de tos no fue atribuido a la aplicación debido a lo limitado que fue en el tiempo.

«Estoy perfecto de salud. Los días anteriores a la vacunación fueron muy oscuros para mí, especialmente por la falta de perspectiva laboral y lo estricto de la cuarentena acá. El hecho de haberme embarcado en esto también me hizo bien anímicamente. Me dio algo interesante para hacer y me hizo sentir más útil para la sociedad», cuenta Fabián.

Que se esté dando la vacuna no significa que pueda cambiar de vida o descuidarse. «Estar vacunado implica que tengo protección para mí. Pero por ahora las medidas de seguridad siguen igual: entrar con barbijo a los negocios, mantener distancia, etcétera», señala.

Pese a la desconfianza que le muestran algunos, está convencido de que hizo bien en presentarse como voluntario. «Todavía lo comento contento y siempre hay al menos uno que me dice algo. Pero yo no puedo ver como negativo que la gente se postule para hacer esto, porque si no seguiríamos en un callejón sin salida», aclara.

Desde fines de los ochenta que Jara facilita la llegada de bandas uruguayas a Argentina (estuvo, por ejemplo, detrás de los primeros recitales de Buenos Muchachos en la otra orilla) y llegó incluso a inspirar al director Adrián Biniez para el personaje central de Gigante (película uruguayo-argentina que ganó el Oso de Plata en Berlín). El mundo que conoce y en el que trabaja, el de la cultura, está entre los principales campos arrasados por el nuevo coronavirus.

Pfizer no va a comenzar con las primeras vacunaciones hasta fines de diciembre y la «vieja normalidad» deberá esperar unos cuantos meses más, si es que posible tal cosa. Jara es solo uno de los miles de voluntarios que participan en varios ensayos en Argentina, esperando que se acelere el regreso a una vida más parecida a la que conoció.

Montevideo Portal


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