Sosa
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“El Principito” convirtió goles por panchos, la rompió en Italia y en la selección. Cree que Uruguay debe ir “paso a paso” en Catar.

Ruben Sosa (55) dice ahora, en una mesa del bar Arocena de Carrasco, donde es locatario, que él no fue consciente de lo que hizo en el fútbol, que nunca lo tomó como un trabajo, y que jugó para divertirse. Dirá, ya sobre el final de la charla, que se acuesta “cagándose de la risa” y se levanta igual. Por esa filosofía de vida, tan a flor de piel, instaló el lema “¡alegría, alegría!”, con el que bautizó la escuelita de fútbol que tiene en Montevideo y Atlántida.

Recuperado físicamente tras una operación de cadera, el ex futbolista que superó siete cirugías en su rodilla derecha, repasa una historia que tuvo de todo, ligada a una pelota de fútbol como hilo conductor: hizo una suerte de “pretemporada” cargando pollos muertos en una carretilla, convirtió de a seis o siete en baby-fútbol y cada gol era premiado con un pancho, debutó en Primera División a los 15, emigró a España con 18, fue “repatriado” de la selección uruguaya, delantero mimado de “Paco” Casal, hizo un golazo memorable contra la Argentina de Maradona, y no festejó junto a sus compañeros la Copa América que Uruguay ganó en 1995 en el Centenario.

Reconoce con honestidad brutal la supremacía de Peñarol en el Quinquenio, jugó con su querido Nacional y le cortó el sexenio al rival de siempre, y hasta llamó al entonces presidente Sanguinetti para bajar en helicóptero en el estadio (cosa que el mandatario no le avaló).

“Sosita”, como él mismo se llama en tercera persona, dice que los jóvenes de hoy apenas entrenan una hora y ya agarran el celular de última generación, que no miran fútbol y “los ves y son modelos”. Pero tienen un auto de alta gama y están más preocupados de pegar el pase salvador que de jugar al fútbol y hacer las cosas bien.

También opinó sobre el posible futuro de la selección en Qatar, a finales de año. “No los veo como para salir campeones. Tenemos jóvenes y veteranos, pero los veteranos están terminando (su carrera): Godín, Suárez, Cavani. Un Godín, ponele, ¿lo querés llevar? Llevalo, pero es para jugar un partido o dos, y que motive al grupo. Llevá figuras, pero que las figuras no rompan… Es un equipo para jugar todos, y al que no le toque, que no se caliente cuando lo sacan”, dijo.

«Cuando tenía 11 años, el presidente del Potencia me decía: ‘Un gol, un pancho’, y yo hacía goles como loco, de a seis o siete. Y venían mis hermanos a la cancha, pero no para verme jugar a mí… ¡para comer los panchos!»

-Cuando eras niño, ¿qué querías ser cuando fueras grande?

-¡Jugador de fútbol! Lo mío era la pelota. Yo empecé a jugar al fútbol a los 5 años, cuando mi viejo me regaló una pelota. Yo solo quería ser futbolista.

-Tuviste 10 hermanos. ¿Pasaron necesidades?

-Pasamos necesidades, sí. Vivíamos en Piedras Blancas, mi viejo era albañil, mi vieja ama de casa, y tenía un hijo por año. Mi viejo venía a casa con las manos destrozadas, y mamá le permitía tomar algo más o comer un asadito, porque se rompía el lomo por nosotros. Yo era chiquito -era el cuarto desde abajo-, pero lo poco que teníamos, para mí era lo máximo…

-¿Cómo te iba en la escuela? Me imagino que eras loco por jugar a la pelota y en la clase, nada…

-Yo iba a la escuela a empujones. Si fuera por mí, me quedaba en casa jugando al fútbol. Y en la escuela estudiaba, pero el recreo era solo la pelota, rompía vidrios como loco. Te cuento esto: cuando volví a Uruguay a los 30 y pico, volví a la escuela y le dije a la directora: “Yo rompí muchos vidrios acá, así que voy a hacerles una donación”.  Lo sentí así. Como no necesitaban vidrios nuevos, le pinté toda la escuela (119 de Piedras Blancas).

-Me enteré en un perfil tuyo que escribió Juan José Díaz para El Observador que a los 13 años laburaste en una pollería. ¡Era explotación laboral!

-Sí, hoy denunciarían a mi jefe. Yo terminé el baby-fútbol y sabía que me gustaba eso, pero la familia necesitaba que yo trabajara. Entonces, al laburar en una pollería, yo llevaba pollo para casa. ¡Era lo más rico! A los 13 agarré una familia que necesitaba alguien, y empecé con ellos: yo mataba pollos y los llevaba en carretilla, hacía tres cuadras con la carretilla. Y me iba diciendo: “Yo voy a ser futbolista, yo voy a ser futbolista”. Mis viejos no me mandaron, nació de mí, porque teníamos una familia muy grande y faltaban cosas.

-Fuiste muy precoz en el fútbol. Hiciste un año de Sexta división, y con 15 ya debutaste en la Primera de Danubio. ¿Recordás qué te dijo Sergio Markarian cuando te hizo debutar?

-Markarian fue como mi segundo padre. Yo jugué en sexta, salimos campeones y fui goleador. Tenía un año más en sexta, pero me pidió Markarian para el primero. Llegué a Jardines del Hipódromo y no sabía qué hacer… Me acuerdo que Eliseo Rivero, que era el capitán, me dijo: “Nene, sentate al lado mío”, y ahí me apadrinó. Yo era un inconsciente… Él me cuidó muchísimo. Yo quería jugar al fútbol nomás, me pegaban cada patada bárbara y yo bancaba. Markarian me llevó de a poco… Yo estaba en el banco y corría al lado de él como loco. Un día levantó el brazo y me le acerqué, pero no me llamaba a mí, estaba llamando a otro compañero. Me ponía 20 minutos, después 30, hasta ser titular. Debuté contra Wanderers, después a Nacional le hice un gol, a Peñarol le hice otro. Estaban el “Indio” (Walter) Olivera en Peñarol y “Cacho” (Juan Carlos) Blanco en Nacional, ponele. Eran pesados.

-¿Empezaste a convertirte en goleador cuando un DT del baby te prometió un pancho por cada gol anotado?

-Eso fue el en Potencia. Hice el baby desde los 5 a los 12 años. Cuando tenía 11 años, el presidente me decía: “Un gol, un pancho”, y yo hacía goles como loco, de a seis o siete. Y venían mis hermanos a la cancha, pero no para verme jugar a mí… ¡para comer los panchos!  Le pegaba de todos lados, y era gol.

«Nos dolió cuando nos bautizaron ‘repatriados’. No, somos uruguayos. Nos pagábamos los pasajes, íbamos al Charrúa y estaba destrozado… No teníamos ni ropa. Con (Luis) Cubilla tuvimos roces, tenía perfil alto. La gente nos puteaba»

-Con la mayoría de edad pegaste el salto a Europa, al Zaragoza de España. ¿Qué fue lo que más te costó de la adaptación? Porque eras un chiquilín…

-Me costó mucho lo físico, no lo técnico. Yo ya me fui casado, yo con 18 y la patrona tenía 17. Yo creo que tuve la carrera que tuve por la patrona que tuve. Fue la que estaba en casa y me bancaba. ¿Sabés qué me mató? Lo físico, lo que entrenaban, había que subir montañas de nieve… y acá era correr en dunas. Yo jugué contra (los jugadores del Real Madrid, Emilio) Butragueño y Hugo Sánchez. Al principio no me hallaba, y ella me bancaba. Después de siete u ocho meses, empecé a sacar lomo y piernas. Ahí empecé a hacer goles y ya no paré.

-Después te empezó a representar Paco Casal, en los 90, y te llevó a Italia, donde jugaste en la Lazio y en el Inter, donde la rompiste…

-Italia era la meca del fútbol europeo antes del 90. Paco me llevó a la Lazio, yo llegué en la época de Maradona en el Napoli, que jugaba con los brasileños Careca y Alemao, el Inter tenía a los alemanes Mattheus, Klinsmann y Brehme, el Milan tenía a los holandeses Gullit, Van Basten y Rijkaard, era el boom de Italia. Era lo máximo. Hice goles durante cuatro años en la Lazio, y tres en el Inter, donde exploté.

-¿Qué impresiones tenés de aquel Casal de los 90, con todo el poder que tenía?

-Yo siempre a Casal lo miro derecho, porque Paco, la verdad, cuando iba a Italia, iba a mi casa, no se iba a un hotel. Yo veía lo que hacía el tipo y era milagroso. Era un monstruo. Lo tengo como un hermano, el tipo es callejero, creció en la calle, y logró un imperio. Nadie va a lograr lo que logró Paco. Es mi amigo, como un hermano, lo tengo allá arriba. Lo que ha logrado y por teléfono…

Yo estaba en Como, él estaba en casa, y el Génova le pide un 9 de 1,90 metros.  Y él dice: “Tengo uno, anotá: Aguilera”. Querían uno alto, para cabecear. Cortó y le dije: “Paco, te pidió uno de 1,90”. “El Pato es un fenómeno, olvídate”, me dice. “¡Pero él te pide uno de 1,90!” Paco agarra el teléfono y llama al Pato, que en aquel momento tenía rulos: “Bo Patito, no te cortes el pelo”, le dice. Finalmente, compraron al Pato, y además, a (Tomas) Skuhravy, un checo altísimo, y entre los dos se aburrieron de hacer goles para el Génova.

-Federica Bordaberry cuenta en una semblanza sobre que publicó en Montevideo Portal cómo fue la negociación de tu contrato con Ernesto Pellegrini, presidente del Inter, y que su mujer, estudiosa de la caligrafía, trazó un perfil de tu personalidad mirando tu firma. Contame eso…

-Estuvieron como una hora charlando Paco con Pellegrini, yo por otro lado con la patrona y las nenas. La señora de Pellegrini me pide un autógrafo para sus hijas: “Sí, cómo no”. Agarré un papel y le firmé un autógrafo. Y se lo llevó.

Ponele que estaba entre 50 y 70, estaban cerca. Y Pellegrini no me quiere. “’¿Qué pasó?”, le pregunto a Paco. “No sé, pasó algo y ahora no te quiere”, me dice. Entonces le dije: “Dejame hacer la mía”. Llamé a Pellegrini y le dije: “Si yo hago 20 goles, usted me paga lo que dice Paco. Si le hago menos de 20, ponga la cifra que quiera”. Pero pasaban las semanas y yo no hacía goles, porque estaba de suplente. Yo pensaba: “Si hago 15 goles en el Lazio, en el Inter tengo que hacer 25”. Pero todo el primer mes, no jugué. Cuando entré, no paré de hacer goles. Cuando llegué a 18 goles, el presidente me dijo un día: “Ruben, ya está, ya me ganó”. Hice 23 goles esa temporada, y ahí arreglé tres años.

-Pero el pase casi no se hace por la firma del autógrafo…

-Sí, porque la esposa de Pellegrini sabía caligrafía, entonces estudió mi firma y le dijo al marido: “Sosa no tiene amigos, le gustan mucho las mujeres, le gusta la noche y solo le importa la plata”… ¡Me mató! Al menos no dijo que me gustaban los hombres.

-¿Cómo podrías definir tu pasaje por el Inter de Milán?

-Jugar en el Giuzzeppe Meazza es increíble. Yo jugué tres años y exploté. Jugué en el Olímpico de Roma y exploté. Jugar en Italia en ese momento es como jugar en la Premier de Inglaterra hoy. Yo disfrutaba el momento, no sopesaba lo que estaba viviendo. Yo ahora de viejo veo los goles y pienso: “Qué lo parió, los goles que hice”. Yo no lo tomaba como un laburo, era para divertirme, y encima me pagaban. No lo veía como un trabajo.

-Fuiste uno de los repatriados que luego fueron mirados con recelo por Luis Cubilla, eras uno de «los italianos» junto al Pepe Herrera, Francescoli y Aguilera. ¿Sentías que en Uruguay los miraban mal por ser representados por Casal?

-Nos dolió a nosotros eso, cuando nos bautizaron “repatriados”. No, no, somos uruguayos. Nos dolió mucho. Nos pagábamos los pasajes nosotros, veníamos acá, íbamos al Charrúa y estaba destrozado… No teníamos ni ropa, ni agua caliente. La gente decía: “Son ricos, vienen y no rinden”. Con (Luis) Cubilla tuvimos roces, cuando él además de ser el entrenador, era una figura, tenía perfil alto. No hacíamos goles y la gente nos puteaba…

-Le hiciste dos goles a Argentina (uno con una corrida memorable por la zurda) en el Maracaná, por la Copa América del 89. ¿Fue tu mejor partido con la selección?

-Fue el mejor partido de toda mi vida, no solo de la selección. Ese gol -mirá que hice goles de tiro libre de todos lados-, pero como ese gol, ninguno. Si yo paro la pelota, venían dos a matarme -Bilardo gritaba: “¡Matalo, matalo!”-, abrí las piernas, la tiré para adelante y ya no paré.

«Paco llama a los presidentes del Real Madrid y la Juventus. El del Madrid le dice: “¡Lo quiero a Sosa en mi equipo!” Y después el de la Juve: ‘Lo compro”. Y el presidente del Borussia dijo: ‘No, se queda en Dortmund’. ¿Sabés cuánto le costó a Paco esas dos llamadas? Unas 100 lucas cada una»

-¿Cuánto tiempo te persiguió en tu cabeza el penal errado ante España en el debut mundialista de Italia 90?

-Lo del penal fue algo raro… Yo no me lo esperaba porque el Enzo es el capitán, y el que pateaba los penales. Y Enzo me la dio, y yo era un inconsciente: “Sí, dámela”. Quise meterla en el ángulo, porque (el arquero de la selección española, Andoni) Zubizarreta me conocía de España. Después del penal errado me costó meterme en el Mundial… (Oscar Washington) Tabárez estuvo muy cerca mío, me dijo: “Vamo’ arriba, no pasa nada”. El “Maestro” fue un apoyo mío. Después me dijo que me iba a dejar en el banco contra Italia, y entré en el segundo tiempo. Ojo, que si metía ese penal contra España, no salíamos campeones… era el primer partido. Perro fijate que erró Maradona, erró Platini, erró Pelé… y erró Sosita, jaja.

-Hasta que una rodilla derecha te empezó a tener a maltraer… Pero igual consiguió un pase al Borussia de Dortmund de Alemania. ¿Estabas para jugar a ese nivel?

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-Eso fue logro de Paco. En el último año del Inter ya la rodilla me dolía, y ahí me dice Paco: “Te levo al Borussia de Alemania”. “Pero Paco, no doblo la rodilla”, le dije. “Quedate tranquilo que yo lo arreglo”, me dice. Mirá lo que hizo el fenómeno. Cuando vos tenés una lesión de meniscos o de rodilla, al tomar altura se te infla, se te infla. Llevó un médico de Uruguay y nos fuimos a Dortmund. Fuimos al baño y me sacaron todo el líquido de la rodilla. Ahí la doblaba un poquito más. Vamos a la revisación médica con traductores en varios idiomas. El médico me revisa la zurda y todo bien, me hace usar la derecha y yo como que la frenaba. Entonces el tipo dijo: “Este muchacho no puede jugar profesionalmente”.

Paco dice: “Queda tranquilo, Ruben”. Agarra la traductora del club, agarra un celular y llama a los presidentes del Real Madrid y al de la Juventus, con el presidente del Borussia ahí adelante. Llama al presidente del Madrid y le dice el presidente: “¡Sí, lo quiero a Ruben Sosa en mi equipo!” Y después lo mismo dijo el presi de la Juve: “Traelo, lo compro”. Y el presidente del Borussia se puso como loco… “¿Cómo? No, no, se queda en Dortmund, lo compramos nosotros”, dijo. Arreglamos con el Borussia. Y Paco le dice al médico: “Si Sosa hace 10 goles, usted me tiene que pagar un millón de dólares, porque dijo que él no puede jugar profesionalmente”. “No, no, yo no puedo”, dijo. Pero, ¿sabés cuánto le costó a Paco esas dos llamadas? Ponele 100 lucas cada uno… Por decir que lo querían, después les llegaba algo. Paco era así.

-¿Le dijiste que no al DT para entrar en un partido desde el banco, por el frío que hacía?

-Sí, un frío terrible. Estábamos cerca de Francia y nevaba. Ganábamos 3-0 y faltaban 15 minutos. Y el DT (Ottmar Hitzfeld) me llama: “Sosa: caliente”. “¿Qué? No, míster, ponga a este, que es el futuro de Borussia, ponga a este chiquilín”. El entrenador se calentó y unos días después, en un amistoso con juveniles, y me puso 90 minutos. Le hice un golazo de chilena, que no quedó grabada… Me aplaudían los jugadores de Primera.

-Fuiste parte del plantel de Uruguay que ganó la Copa América del 95 acá en el país, pero casi ni jugaste, por la dolencia en tu rodilla. Contaste en esa nota con Referí, que te arrepentiste después de haberte ido del vestuario a tu casa y no quedarte a los festejos en la cancha. ¿Por qué lo hiciste?

-Me arrepentí después, sí. Yo era de dar todo siempre, y me di cuenta que en esa Copa América jugué poquito, ya estaba la rodilla (derecha) media jodida, y no disfruté el triunfo con mis compañeros. Me fui enseguida, caliente, pero conmigo mismo. No me di cuenta que mis compañeros juegan también, y quedaba como egoísta, como alguien que no quiso festejar. Ahí la cagué.

«Están una hora entrenando, y se olvidan del fútbol. Los ves y son todos modelos, con el bolsito Louis Vuitton… y tienen 15 años. Y el representante les compra tremendo auto. Ves una Hammer y es de un muchacho que todavía no llegó a Primera»

-Dijiste: «En todos los equipos que estuve cumplí el contrato, no como ahora que se van y tienen cuatro años de contrato». ¿Cambió mucho el fútbol, el deporte, por el negocio y el dinero?

-Creo que hoy piensan más en salvarse rápido y no en jugar al fútbol. Hoy eligen irse a Ucrania, a Rusia, a China, por la plata. Pero tenés 18 o 20 años, andá cuando tengas 35. Piensan: “Ta, me salvo”. Pero vas a un país que no es competitivo. No buscan el fútbol… buscan salvarse y van a países donde no existe el fútbol. (Agustín) Canobbio ahora cortó un contrato, pero se fue a Brasil, que está fuerte. Ahí está bien. El chico física y técnicamente explotó. Está perfecto lo que hizo, va a jugar en Brasil y cada dos o tres días.

-A Álvarez Martínez no lo vendieron, y futbolísticamente se “pinchó”, bajó el nivel. La cabeza juega también…

-Es que hoy por un gurí de 20 años te piden 20 millones de dólares. No piden un millón, como era en nuestra época. Los dirigentes no entienden… Te dicen: “Quiero 20 palos verdes, y quiero el 50% del pase”. Es demasiado… es como que no valoran la plata. Al guacho, el “Canario” Álvarez, le cortaron el pase y cae. Cae, pero… son 18 palos verdes para el club. Hay que venderlo, porque este país es exportador.

-La fama, las mujeres, los autos, el dinero, ¿hoy corrompe más rápido a los gurises que están arrancando?

-Yo hablo mucho con los gurises de las juveniles de Nacional. Están viviendo un mundo distinto. Están pendientes del último celular, termina el entrenamiento y están con el celular, no ven fútbol. Están dos horas entrenando o solo una hora entrenando, y se olvidan del fútbol. Y los ves y son todos modelos, con los pantalones todos cortaditos, con el bolsito Armani o Louis Vuitton… y tienen 15 años. Es así. Y el representante les compra tremendo auto. Y ves una Hammer, preguntás de quién es y es de un muchacho que todavía no llegó a Primera.

Creo que no le dicen lo malo que le puede pasar: si se lesiona, la caga. Los padres no tienen para pagar el agua o la luz. Pero hoy ves que están con los zapatos rosados, naranjas o amarillo flúo. Un defensa con los zapatos naranjita flúo. Dejate de joder… ¡esos los usaban los 10 o los goleadores!  Yo voy al vestuario y tienen 10 pares de zapatos cada uno. Jugando yo, una vez el “Mono”, el equipier de Nacional -que sigue- se olvidó de mis zapatos (yo tenía solo dos pares), calzo 40, y le dije: “No pasa nada, dame unos 41”. Y jugué con un talle más. Eso es el amor por el fútbol. Hoy en día el equipier se olvida y el jugador lo relaja: “¡No me trajiste los rosados!”

-¿Llegar a Nacional era el sueño de tu vida?

-Era como para terminar mi carrera. Yo había terminado mi contrato con el Lograñés, y Paco me dice: “Bueno, ¿a dónde querés ir?” Él se pensaba que yo quería ir a Danubio, donde había comenzado mi carrera. Y le dije: “Quiero ir a Nacional, que soy bolso, y después sí, quisiera terminar en Danubio”. Y Paco me dijo: “Mirá que se viene el Quinquenio…” Yo llegué para el Clausura del 97, cuando el “Chino” (Recoba) se fue al Inter. Y no pudimos, la verdad, porque era Bengoechea levanta el centro, Romero que cabeceaba… Nos mataron.

-En esa época, ¿Peñarol les ganaba con la camiseta?

-Sí, nos ganaba con la camiseta. Con la camiseta y con los hinchas, con la hinchada. Los hinchas eran pesados de verdad, y eran más, siempre.

En el 98 viene el Hugo (De León) con (el profesor Esteban) Gesto. Los primeros partidos los perdimos, y ahí empezamos a remarla con Nacional…

-Fuiste actor clave de ese Nacional que cortó el sexenio de Peñarol, con goles clásicos y con festejos recordados, también…

-Sí, los festejos fueron memorables. Yo jugando en Nacional era: “ya está, ya logré todo”. Era los pelos pintados, la torta en Maldonado, yo era un loco. Un partido entramos de limusina. Le pedí a (Alejandro) Balbi el teléfono de Sanguinetti, que era el presidente. Y lo llamé desde Los Céspedes. Le dije: “¿Cómo anda presidente? Yo sé que usted es manya, pero ganamos nosotros (campeones uruguayos) y me gustaría hacer algo distinto, y bajar al estadio en helicóptero. ¿Será posible?” Y me dijo que no. Ahí entramos en limusina… Después fuimos a 18 en un camión.

«Mi hijo Nico juega de 10, tiene el rebenque como el padre. Yo creo que va a explotar a los 18. Está estudiando bien, terminando el liceo. Y cuando él se decida, creo que va a andar bien. Yo seguro me lo llevo para Italia»

-Tu hijo Nicolás (16), ¿tiene «cosas» de Sosita?

-Ese guacho, si él quiere, explota. Si él quiere. Está muy cómodo, no le falta nada. Hoy está en Albion, en su categoría. Él tiene el don del padre: la zurda del padre, pero… no tiene hambre. No le pesa la mochila de ser “hijo de”. Juega de 10, tiene el rebenque como el padre. Yo creo que va a explotar a los 18. Está estudiando bien, terminando el liceo. Y cuando él se decida, creo que va a andar bien. Yo seguro me lo llevo para Italia. Lo vi desde chiquito y dominaba una pelota de tenis. Pero lo quiero ir llevando, debe decidir él, y yo lo voy a acompañar. Yo le digo que se tiene que sacrificar.

-Te operaste la cadera y siete veces la rodilla derecha. ¿Cómo estás hoy, físicamente y de salud?

-Bárbaro, bárbaro. Ando genial tras la operación en la cadera. La rodilla la voy llevando bien, ya no tengo dolor.

-¿Cómo ves a la selección en el Mundial de Qatar? La verdad, eh. Con la mano en el corazón…

-Creo que la selección tiene mucho, tiene mucha juventud, muchas ganas. Jugar un Mundial no es fácil, no es “vamos a salir campeones”. No, mentira. Tenemos una selección para ir paso a paso. No digamos que vamos a salir terceros o cuartos. Hay que jugarla, pelearla. No los veo como para salir campeones. Tenemos jóvenes y veteranos, pero los veteranos están terminando (su carrera): Godín, Suárez, Cavani. Nos pasó a nosotros también. Un Godín, ponele, ¿lo querés llevar? Llevalo, pero es para jugar un partido o dos, y que motive al grupo. Llevá figuras, pero que las figuras no rompan… Es un equipo para jugar todos, y al que no le toque, que no se caliente cuando lo sacan.

-¿Por qué la obsesión de que tus hijos tengan la heladera llena?

-Porque la mía estaba vacía. Era poquito, era poquito. La vieja decía: “A la una comemos y el que llega primero come”. Y nos apurábamos a llegar a la una. Agarrábamos un vaso largo y era pan duro abajo y leche, y ahí se llenaba. Eso lo valoré, en positivo, en mi carrera.

-¿A qué te dedicás hoy? ¿Cómo pasan tus días?

-Estoy en Nacional, ahí estoy con los juveniles, con el primero, charlo con los gurises. Estoy con mi escuelita “Alegría, Alegría”, ahí estoy en La Bombonera en la calle Comercio, y en Atlántida los sábados. ¡Qué divino ir al Country de Atlántida los sábados de mañana! Se llena.

-¿Sos feliz?

-No feliz, estoy viviendo el mejor momento de mi vida. Mis hijos están bien, sanos, yo disfruto la vida día a día. Cuando me levanto, me cago de risa, y cuando me acuesto, me cago de risa. Ya logré todo.

Por César Bianchi. Montevideo Portal.

Fotos: Javier Noceti


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