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Es imposible que al escribir, relatar o simplemente deber informar, la garganta no se quiebre y los ojos no se llenen de lágrimas. La muerte, la saña, la maldad, el descarte de dos personas cual basura acumulada de una casa… duele muchísimo y la sociedad sanducera y de todo el país lo sufre.

La confirmación del hallazgo de los cuerpos sin vida de Giuliana Lara, de 27 años, y su hijo Mateo Miños, de 8, en los montes de la playa Mayea (cerca de la costa del río Uruguay, en la zona sur de la ciudad) cambió el ánimo de todos, más aun al conocerse detalles de cómo ocurrió el fatal desenlace.

Ayer, mientras la Policía resguardaba la zona para permitir el trabajo de la Científica, forense y de la fiscal de Cuarto Turno, Cecilia Irigoyen, un grupo de familiares, vecinos y allegados rogaban que se tratara de cualquier otra cosa, menos de ellos. Sin embargo, la triste noticia llegó.

Desde primera hora de la mañana, a pedido de Fiscalía, la Justicia había dado la autorización para la detención de un hermano de Giuliana, sobre quien comenzaron a pesar varias pruebas, principalmente al ser posible trazar sus movimientos mediante seguimiento de diferentes cámaras de videovigilancia del Ministerio del Interior, en tanto ya se encontraba en la mira al ser visto circulando a bordo de la moto de Giuliana a la que, además de sacarle la matrícula, había dejado abandonada en la terminal de ómnibus de Salto, tal vez a modo de distraer a los investigadores.

Sumado a ello, la Policía obtuvo el testimonio de un ladrillero que fue de vital importancia. Según información obtenida por EL TELEGRAFO, el hombre reconoció al hermano de Lara por diferentes publicaciones en redes sociales y ató cabos de que algo turbio podía haber detrás de todo, ya que días atrás lo había cruzado en dos ocasiones llevando unos bultos en bolsas. Incluso, según detalles extraoficiales, habría llegado a preguntarle qué andaba haciendo y J.L., de 29 años –poseedor de antecedentes por cohecho cuando era marinero en la Prefectura de Puerto de Paysandú– habría dicho que “vino a enterrar un perro grande que se me murió”.

Este se sumó a otros testimonios. Por lo tanto, contando con vastos elementos, la búsqueda –que el miércoles había sido en el entorno al puente Independencia– se centró cerca de la costa del río Uruguay, en la zona de la playa Mayea. Desde la mañana se desplegó a perros integrantes del plantel K9 de la Policía, los que junto a los uniformados a pie se adentraron a recorrer la espesa vegetación, a la vez que contaban con el apoyo de un dron de la Policía para monitorear desde la altura y divisar posibles bultos sospechosos.

A más de 100 metros de un camino angosto, donde la lluvia del jueves generó abundante barro, entre la maleza fueron encontrados dos bultos que contenían dos cuerpos descuartizados que, de acuerdo a la primera inspección de la Policía, junto a la fiscal del caso Cecilia Irigoyen y el jefe de Policía, Eduar Alvez de Almeida, fueron reconocidos como los de Giuliana Lara y su pequeño hijo Mateo Miños.  

El Telégrafo


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