Por José Buslon. VECINOS OYERON GRITOS POR LA NOCHE.
Si pasan por la Plaza,fíjense ,por calle Zorrilla que hay un árbol cortado , allí es donde ella se ahorcó, y dónde muchos años después cayó un rayo.
Si bien lo cortaron al árbol,no lo arrancaron de raíz y ahí continua como silencioso testigo de aquella tragedia.
Eso sí ,si pasan, no lo hagan por la noche ,porque lo que dice la leyenda, es que la mujer vestida de novia anda buscando un abrazo que la consuele ,porque no tendría el del amor que se le fue, ni tampoco el de la familia que condenó su romance con aquel joven de clase baja.
LA MUJER DE BLANCO DEL PUENTE ZORRILLA
A pocos días de casarse Fiorella comprendió que el verdadero amor no es el que se pacta por acuerdo con arreglo a razones lógicas, sino el que te desestabiliza, el que te pone nervioso, el que te hace realizar locuras y para esto no importa la condición social.
Pero no quería defraudar a sus padres, quienes no soportarían que se enamorara de un operario del tren, y dejara plantado a Alejandro, hijo de familia de bien dedicado a la producción agrícola del departamento.
Radiantemente vestida de blanco y con ramo de flores en las manos esperaba en la Parroquia del Carmen la llegada de su prometido ante la mirada atenta de todos los asistentes. La demora le hizo pensar y se dio cuenta que se estaba jugando toda una vida de infelicidad, quizás por esto salió corriendo hacia la plaza ubicada entre calles Zorrilla y 19 de abril, donde Fernando, su verdadero amor, iba a descansar en sus ratos libres, de operario del ferrocarril.
Llegaría corriendo y ahí estaría el, lo abrazaría y seguro se irían juntos, ya nada más importaría, atrás quedaría su vida de princesa, para vivir la de una mujer enamorada con su compañero que ya no sería más su amante.
Gran sorpresa causó en la iglesia verla salir corriendo, su padre intentó seguirla pero la madre, que ya conocía de la situación lo detuvo.
Un trago amargo, pero que ella comprendía, y secretamente alentaba, no quería para la hija su mismo destino de infelicidad.
Fernando no estaba y no estaría, sus compañeros de trabajo le contaron a Fiorella que él, tras la confesión de que ella se casaría, decidió irse del departamento, sin decir a donde.
En 1905 no existían los medios de comunicación actuales por lo tanto su partida, hacia que fuera casi imposible localizarlo, para poder comunicarle el cambio de su decisión y así concretar el deseo de ambos de una vida juntos.
Corría la década del 90, cundo un rayo cae sobre un eucaliptus de la plaza, el mismo que hace 85 años atrás, según rezaba la crónica de un matutino local, una joven de familia reconocida de Salto, había tomado la drástica determinación de quitarse la vida ahorcándose, por razones que se desconocen.
En la lápida, representada por una columna quebrada, dice; “Aquí yace, quien dueña de sus decisiones, dio todo por el amor”.
Siempre tenia las mismas flores, la del ramo que se había confeccionado para casarse, como si estuviera esperando la llegada de Fernando.
El cuidador del cementerio solía decir que la única que le llevaba flores era su madre, la misma que había dedicado el epitafio y aunque todas las veces lloraba por la cruel decisión de Fiorella, anhelaba que en su descanso encontrara la paz que no hubiera podido tener, si siguiendo los designios de la sociedad se hubiera casado con quien no quería.
Mas de un transeúnte nocturno ha comentado, que le parece ver, caminando debajo del puente, entre los matorrales y el arroyo a una mujer vestida de blanco que se desplaza como buscando algo, que evidentemente no encuentra.
Testigo de la trágica decisión permanece aún, una parte de tronco de eucaliptus, que por alguna extraña razón no ha sido quitado, irguiéndose así, como símbolo trunco de un amor que trascendió la vida, el tiempo y los condiciones sociales.
José Buslón