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Desde que Pedro Bordaberry anunció su retorno a la política activa todos los analistas –sin excepciones– hablan de la vuelta de un líder natural que trasciende al Partido Colorado. Es «un adversario de altura que prestigia a la política», dijo Lucía Topolansky. Y agregó: «Los grandes no tienen divisa, son la divisa», reafirmando que Pedro es una pieza fundamental y un capital de todo el sistema político uruguayo.

Estas opiniones no surgen como meros gestos de cordialidad, sino que Pedro se lo ganó a lo largo de una trayectoria incuestionable que lo posicionó como un verdadero líder, de los que quedan muy pocos en la política nacional.

En el último período legislativo en el que actuó (2015 – 2019), Pedro se transformó en el legislador más proactivo. No solo por su labor en cuanto a iniciativas (participó en 103 proyectos analizados durante ese período), sino en su rol de contralor del gobierno del Frente Amplio (fue el senador que más pedidos de informes realizó, con un total de 90, y el que más comparecencias promovió en el Parlamento a representantes del Ejecutivo). Es que con Pedro la transparencia en la gestión pública es innegociable.

Además y por sobre todas las cosas, Pedro es un verdadero estadista. Desde una perspectiva holística, suele hacer aportes significativos a la discusión política, enaltece el análisis parlamentario y aporta soluciones a la gestión de gobierno. Por esto mismo es tan necesario en tiempos de una coalición republicana.

Pedro es un líder natural, porque estos líderes no necesitan que alguien los distinga como tales. Su liderazgo surge espontáneo, es reconocido por la amplia mayoría del sistema y tiene arraigo popular. Por eso no tiene necesidad de disputar una cuota de poder y por lo mismo tiene la amplitud para decir que el Partido Colorado es horizontal y que no distingue liderazgos. O cuando se niega a reconocer que, con su llegada, conviven dos bloques electorales en el Partido, porque dice que él llegó para sumar y no para confrontar. Eso es un líder natural.

Es extraordinaria su capacidad para proponer soluciones a los grandes desafíos del país, por eso no sorprende que se haya transformado en el candidato de mayor iniciativa en esta campaña electoral. Lleva presentadas más de 50 medidas en seguridad, turismo, agro, trabajo y transparencia en el Estado, temáticas centrales para el desarrollo del país. 

Sin dudas, la vuelta de Pedro inyecta optimismo a los desencantados de la política, en aquellos que sentían que faltaba un líder capaz de impulsar un verdadero salto de calidad en el futuro gobierno.

Por otra parte, los socios de la coalición (aunque no lo puedan reconocer públicamente en campaña) cobran un impulso inusitado a través de un liderazgo probado que no solo tracciona al coloradismo.

Y la ciudadanía, que seguramente pondrá a Pedro en un rol protagónico, gana en certezas, porque la vuelta de Pedro renueva la esperanza de un futuro mejor.

A Pedro, que a menudo recurre a citas de Ortega y Gasset, no le cabe mejor definición que aquella que el notable filósofo y ensayista español describió sobre la claridad para exponer asuntos complejos. Pedro es estudioso, conoce de los temas de los que habla, y los hace entendibles para todos. Por eso es tan necesaria su participación en este tiempo político.

Con Pedro y la 10 hay motivos de sobra para soñar con un Uruguay desarrollado y de oportunidades para todos.

Como en el resto del país, en Salto el «fenómeno Pedro» contagia entusiasmo y eso se traduce en una militancia colorada cada vez más comprometida.


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