La devoción popular por el Gaucho Gil refleja por estos días un escenario rojo por las rutas y localidades que conducen hacia Corrientes. Cada 8 de enero, fecha de su asesinato, una multitud se desplaza para venerarlo en su santuario.
Su nombre es Antonio Mamerto Gil Núñez, a quien la reseña lo presenta como un justiciero que sanaba a los enfermos.
Como se trata de un personaje legendario, sobre su historia hay algunas versiones. Tal lo reflejado por el Ministerio de Cultura de la Nación, Antonio Mamerto es hijo de José Gil y Encarnación Nuñez. Nació un 12 de agosto de un año que podría ser 1847, en Mercedes, provincia de Corrientes, en una zona que en guaraní llamaban Paiubre.
Se dice que amaba los bailes y las fiestas, en especial la de San Baltazar, el santo cambá, que era devoto de San La Muerte, que tenía un excelente manejo del facón y que su mirada hipnótica era temible para los enemigos y fulminante para las mujeres.
La historia registra que fue un peón rural, que sufrió los horrores de pelear en una guerra entre hermanos, en la Guerra de la Triple Alianza, y que luego fue reclutado para formar parte de las milicias que luchaban contra los federales.
La leyenda cuenta que Ñandeyara, el dios guaraní, se le apareció en los sueños y le dijo: “no quieras derramar sangre de tus semejantes”. El Gauchito no lo dudó más y desertó del Ejército. Esa rebeldía, y conquistar a la mujer que pretendía un comisario, fueron algunos de los motivos de su sentencia de muerte. Le siguieron otras desobediencias intolerables para el poder de turno: se ganó el amor y la complicidad de la peonada correntina que lo empezó a conocer como a un justiciero, como a un héroe que protegía a los humildes, que robaba a los ricos para darle a los pobres, que vengaba a los humillados y que sanaba a los enfermos. El pueblo lo protegió, lo alimentó y lo cuidó hasta que lo capturaron.
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