Por Henry Henderson
En los barrios de Salto, un nuevo tipo de estafa ha comenzado a hacerse notar, un cuento del tío moderno protagonizado por un afilador ambulante que, bajo la promesa de un precio accesible, termina cobrando sumas exorbitantes y dejando a sus víctimas sorprendidas y sin opciones. Aunque no se sabe si se trata de un solo individuo o de varios operando con el mismo esquema, lo cierto es que el engaño sigue multiplicándose en distintas localidades del país.
Ayer a la tarde, el afilador, con su bicicleta y el característico sonido que anuncia su llegada, recorrió las calles del barrio. Como es costumbre, muchas personas lo recibieron, confiando en el servicio que ofrecía. Entre ellas, una vecina salió a preguntar cuánto costaba afilar cuchillos y tijeras. El precio ofrecido: 150 pesos por cada pieza. Una oferta razonable, aparentemente.
Sin embargo, la trampa estaba puesta. Convencida de que se trataba de una oferta justa, la vecina le entregó un cuchillo y dos tijeras para afilar. Al terminar el trabajo, el afilador le solicitó la exorbitante suma de 2.250 pesos. Desconcertada, le preguntó cómo era posible que hubiera un aumento tan drástico, dado que inicialmente le había mencionado un precio mucho menor. Con una actitud prepotente y evasiva, el hombre respondió que cada pieza en realidad costaba 750 pesos, contradiciendo lo dicho al inicio.
En medio de la confusión y la tensión creciente, la vecina llamó a su hijo para que interviniera. Tras una discusión que escalaba rápidamente, terminaron por pagarle 2.000 pesos, temiendo que el conflicto se tornara violento. «Al principio fue muy amable, pidió soda, charló, parecía una persona amigable. Pero en cuanto terminó el trabajo, su actitud cambió por completo», relató la víctima.
Lo más alarmante de la situación es que no parece tratarse de un caso aislado. Este modus operandi ya ha sido denunciado en la ciudad de Rivera, donde un afilador con características similares fue acusado de estafar a varios vecinos. En este caso, el acento porteño del afilador y su referencia a “soda” en lugar de “agua” llevaron a los vecinos a sospechar que podría tratarse de un argentino que se desplaza por Uruguay engañando a personas de distintos departamentos.
A pesar de la indignación, no se realizó ninguna denuncia formal. Sin embargo, los vecinos están alertando a otros sobre la presencia de este afilador y la táctica que utiliza para estafar, con la esperanza de que nadie más caiga en su trampa.
Es fundamental que las autoridades y la comunidad estén atentos a este tipo de situaciones. Aunque estos estafadores buscan aprovecharse de la confianza de la gente, una respuesta organizada y la difusión de estos incidentes pueden ayudar a prevenir futuras víctimas.