Una investigación en Uruguay muestra un amplio conocimiento del fenómeno del bullying: 6 de cada 10 dijo haberlo padecido entre los 11 y los 15 años y solo el 26% reconoce haber participado del hostigamiento.
Cada vez son más los casos de bullying en menores de 10 años.
El bullying se va pareciendo a una epidemia silenciosa que día a día cobra más víctimas. Un estudio reciente reveló una proyección por demás preocupante: de no adoptar medidas de prevención serias se estima que para 2025 puede existir el riesgo de que 850.000 niños se suiciden en el mundo debido al acoso. Las cifras en Uruguay son tanto o más preocupantes, según revela una investigación reciente de la psicóloga forense e investigadora especializada en el tema Silvana Giachero.
Tres de cada diez adolescentes han sido víctimas de hostigamiento, en mayor o menor grado, con violencia psicológica o directamente física. Estos datos obedecen a relevamientos hechos por la especialista en estudios de campo.
La investigación actual parte de una encuesta realizada en el país y será la base de un futuro libro de la académica. El sondeo reveló que 64,4% de los encuestados reconoció haber padecido bullying entre los 11 y los 15 años, un alto porcentaje reconoció haberlo sufrido entre los 5 y los 10. El estudio revela, asimismo, que el problema es ampliamente conocido en la sociedad, aunque son muy pocos quienes aceptan haber formado parte del acoso hacia un tercero.
«Esta violencia va en aumento y se ha descubierto que la violencia psicológica entre pares es mucho más devastadora para el cerebro que la violencia de adultos hacia menores», dice Giachero.
A modo de ejemplo, la experta recuerda estudios internacionales que señalan que 70% de las poblaciones que han sufrido algún tipo de catástrofe natural —inundaciones, terremotos, tornados— presentan estrés postraumático. En el caso del bullying la cifra se eleva al 100% de los niños que lo padecieron ya que «es una catástrofe que viven todos los días, no hay víctima resistente al bullying, podrá demorar un poquito más o un poquito menos, pero en todas genera estrés postraumático».
Las consecuencias de este tipo de trastornos pueden ser mucho más graves y persistentes de lo que se tiende a creer. «El estrés postraumático es cuando la información dolorosa, perturbadora se congela en el cerebro y eso genera cambios en la estructura anatómica del cerebro para el resto de la vida si no se trata», explica Giachero.
Tenemos un problema.
Un 83% de los consultados en la encuesta dijeron que conocían a personas que habían sufrido acoso, sobre todo en la etapa liceal aunque también una importante proporción mencionó la etapa escolar.
«He visto en pacientes adultos que vienen a la consulta y que a partir de que empezamos a reprocesar experiencias traumáticas con EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares; acrónimo en inglés de: eye movement desensitization and reprocessing) llegan experiencias de bullying que ya no recordaban pero que están vívidas como si estuvieran actualmente. Reconocen que toda su situación de problema de vinculación o porque dejaron de estudiar, o porque nunca pudieron tener una pareja, que siempre sintieron vergüenza de sí mismos y baja valoración, estaba directamente vinculada al estrés postraumático que generó la situación de bullying», sostiene la investigadora.
Lo peor, señala Giachero, es que este es un mal que crece en silencio y en forma anónima, bajo la aprobación de los demás ante la víctima del acoso.
«En la encuesta solo 26% reconoce haber participado de una dinámica de bullying, y en realidad todos en algún momento de nuestras vidas hemos participado de una dinámica de bullying en la omisión o en la acción, y hasta que no haya conciencia de esto no se va a poder trabajar seriamente en prevención», indica Giachero.
El otro dato igualmente inquietante surge a renglón seguido entre quienes reconocen haber participado «mayormente por un sentido de pertenencia y solidaridad con el grupo»: nada menos que un 41% de los encuestados. Un 16% dijo que lo hizo porque le pareció «divertido» y un 11% porque estaba convencido de que la víctima «se lo merecía».
«Esto responde un poco a lo que se llama el efecto mimético, que lo podemos estudiar con René Girard, y que lo que genera es el fenómeno del chivo expiatorio para destruir o expulsar a la víctima, que esa sería la fase final del bullying, todos contra (esa persona), que termina con la expulsión del chico, la autoexclusión, el cambio de colegio y ahí estamos frente al fenómeno puro del chivo expiatorio», precisa la investigadora.
Negarlo todo.
A juicio de la psicóloga existe un mito detrás de las justificaciones para participar en un acto de acoso y este es el del perfil de la víctima. Esto facilita, por ejemplo, el negar haber sido parte de un acto de bullying por acción u omisión.
«Es una negación que es porque tienen sentimiento de culpa, de vergüenza, que los lleva a reprimir este recuerdo o a quererlo justificar, esto es lo más común, con que le hicieron lo que le hicieron porque la víctima se lo merecía», señala.
La existencia de un supuesto «perfil de víctima» hace posible que a través del mismo se puedan expiar las culpas al separar al acosado o acosada del grupo. «A su vez si yo no tengo el perfil de víctima o mis seres queridos no lo tienen, entonces me puedo quedar tranquila porque a ellos o a mí no les van a hacer bullying».
«Entonces, cuando una víctima denuncia una situación de bullying lo primero que va a pasar es que el otro no le va a creer, si el otro no tiene conciencia de que participó en algún momento de esa dinámica, automáticamente va a proyectar la culpa en la víctima y va a buscar con lupa qué es lo que la víctima tiene para justificar lo que le están haciendo, y eso hace que, automáticamente, esta persona, docente, director, padres u otros alumnos se pongan de parte del hostigador y estén justificando esta dinámica y la acrecienten, y revictimicen a la víctima», ilustra la experta.
Lo curioso es que también es extendida la creencia, y aún más que en el caso anterior, acerca de la existencia de un «perfil del hostigador». En este sentido un 90% de los consultados se mostraron convencidos de que este perfil responde a una persona perversa (60% lo cree así); con rasgos de líder (10% lo sostiene); que resulta intimidante (10% también); o amenazante ( 8%).
Lo cierto es que el bullying es un infierno cotidiano para miles de chicos en edad escolar o liceal. Un infierno que discurre bajo el silencio de los adultos que simplemente lo ignoran.
En contrapartida las medidas adoptadas en los centros educativos, escenario habitual del fenómeno, son por demás insuficientes. En tal sentido, la psicóloga especializada en el tema ha reclamado al Estado acciones más activas de prevención. En tanto, las situaciones continúan reproduciéndose.
Traicionados.
«Los chicos dicen que una de las cosas que les resulta más dolorosa es cuando sus amigos o los maestros o los adultos justifican esa violencia y buscan el problema en ellos cuando no les creen, esto es como un segundo proceso devastador, encima que me lo hacen me culpan y no me creen, eso los deja en una soledad absoluta», concluye Giachero.
«El infierno son los otros», escribió el filósofo y escritor Jean Paul Sartre en un pasaje de una de sus obras más significativas, A puerta cerrada.
El acoso escolar es problema extendido
El término bullying proviene de la voz inglesa bully, que en general refiere a personas que se aprovechan de otras o se valen de amenazas para intimidar, la traducción más parecida sería la de «matón».
La encuesta utilizada por la psicóloga Silvana Giachero fue realizada por Internet a un conjunto de 490 personas, cuyas edades van de los 7 a los 76 años.
Un 95% de los encuestados dijo saber qué era el fenómeno del bullying. Esto habla de un amplio conocimiento en la sociedad.
Un 64,4% dijo haberlo padecido entre los 11 a los 15 años. Pero también la encuesta menciona una importante cantidad de respuestas que dicen haberlo sufrido entre los 5 y los 10 años.
Un 83% dijo haber conocido personas que sufrieron el bullying en etapas liceales, también en escolares.
Un 26% reconoce haber sido cómplice de bullying, 41% de estos dijo haberlo hecho por pertenencia de grupo. En este mismo grupo a 16% le pareció divertido y 11% cree que la víctima lo merecía.
Fuente: El País.