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Por Juan José de los Santos.

Es bien sabido que estamos en una época de festejos. Y más allá de los festejos individuales y personales que todos podamos tener, también debería haber algunos motivos de festejos colectivos.

Se decía el otro día en un concierto de cumbia que hubo ahí por el barrio Nuevo Uruguay, que había muchos motivos para festejar. Yo, personalmente, bajando por calle Uruguay en estos días y frente al Banco República, viendo esas colas innumerables de personas que estaban allí, todos jubilados, para obtener un préstamo, me empecé a preguntar: ¿Será que estas personas, estos jubilados, tienen motivos para festejar, que tienen que andar haciendo horas y horas de cola para pedir un préstamo, un pequeño préstamo que solamente les va a servir para pasar un poquito mejor las fiestas, para hacer un regalo a los nietos, para comprarse alguna sidra y algún corderito, por ahí, si es que les da? ¿Tienen motivos para festejar?

Antes no se veía eso, antes les daba un poco más la plata a los jubilados para llegar. Ahora, todos los años vemos esa triste realidad: colas y colas para pedir ese préstamo, que tampoco es tan barato como dicen: veinte por ciento anual de tasa. Cada diez mil pesos, a dos años, pagan catorce mil. Lindo negocio para el Banco República.

Pensaba también en los vecinos de barrio Artigas. Me preguntaba si tenían motivos para festejar, viendo las imágenes que pasaban en los noticieros de televisión, donde, después de las lluvias, se les volvió un verdadero chiquero gigante donde no podían salir de las casas del barrial impresionante que había.

Me preguntaba si los vecinos del Ceibal tenían motivos para festejar, que hace tres años que los están cuenteando que van a terminar la obra, y otra vez la obra está parada.

Me preguntaba también si los vecinos del Quiroga tenían motivos para festejar, que caen dos gotas y no pueden entrar al barrio.

¿Y los vecinos de Mataojo y de Colonia Lavalleja, que les hicieron un puente que no les llegó a durar ni treinta días, porque la primera lluvia que vino, vino una correntada y lo rompió?

¿Y los trabajadores, que estamos al tope de la desocupación en el país? Somos los campeones de la desocupación. Los trabajadores de la construcción perdieron más de cuarenta mil puestos de trabajo. Andan casa por casa tocando timbre a ver si no les podemos dar alguna changuita. ¿Tendrán motivos para festejar?

¿Y los horticultores, que ahora les acaba de decir el Ministerio de Ganadería que no va a apoyar la construcción de la central hortícola que tantas veces se les prometió?

¿Y los guardavidas, que se encontraron con que en las piscinas no tienen ni siquiera cloro para poder mantener y para poder hacer un uso adecuado de las mismas y están amenazando con hacer un paro por tiempo indeterminado?

¿Y los comerciantes de Salto, tendrán motivos para festejar?  Los que quedan vivos, porque los están matando de tanto robo y rapiña que hay.

¿Y los vecinos de Termas del Arapey tendrán motivos para festejar? Los que puedan llegar únicamente, capaz que en helicóptero, porque con el camino que hay de entrada, esos veinte quilómetros, es casi imposible llegar; igual que los turistas.

¿Y los motonetistas tendrán motivos para festejar, que les roban tres, cuatro o cinco motos por día? Mil doscientas o mil quinientas motos por año se roban.

¿Y los automovilistas, que en las calles intransitables de Salto rompen permanentemente los amortiguadores de sus autos?

¿Y los operadores turísticos, que la actividad cayó un cuarenta por ciento de un año al otro?

¿Y los productores agropecuarios, que solamente el veinticinco por ciento para mantenimiento de caminería rural se está llevando a cabo?

A esta frase famosa de “Festejen, uruguayos, festejen”, le agrego: “Festejen, salteños, festejen”.

Pido que la versión taquigráfica de mis palabras pase a los medios de comunicación.

Gracias, señor presidente.


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