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Por Agustina Escanellas.

En una época de nuestras vidas en donde se predica la necesidad e
importancia de los cuidados en la esfera privada debido a la pandemia
generada por el COVID-19, el rol de la mujer ha cobrado más
importancia y se visualiza una reinvención de su rol dentro y fuera del
hogar.


Si nos remitimos a las cifras, hay algunas que no nos favorecen. De
acuerdo con la Comisión Interamericana de Mujeres (OEA-CIM), la
emergencia derivada del COVID-19 está provocando impactos
específicos sobre las mujeres y profundizando las desigualdades de
género existentes, tanto al interior de los hogares como fuera de ellos,
en los hospitales y centros sanitarios, en el trabajo y también en la
política. Esta realidad requiere que la participación igualitaria de las
mujeres en las decisiones y el enfoque de género sean elementos
centrales de las políticas de mitigación y recuperación de la crisis.


Por otra parte, indican un aumento de la violencia de género, que se
recrudece por el confinamiento y por el limitado acceso de las mujeres
a los servicios públicos de atención, prevención y sanción de la
violencia, que no son considerados como esenciales.


Globalmente, las mujeres son más pobres que los hombres y ya están
sintiendo los efectos en el ámbito económico y en el mercado de
trabajo, también segmentado por género. Las mujeres representan una
gran proporción de la economía informal en todos los países y los datos
indican que los sectores de la economía más perjudicados por las
medidas de aislamiento social afectan de modo importante a las
mujeres.


De acuerdo con la CEPAL la crisis generada por la pandemia del
COVID-19 impactó negativamente en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe, generando un
retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral, de acuerdo con el Informe Especial COVID-
19 N09: La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad.


Pasado el tiempo, las lecciones que han dejado pandemias recientes
(Ébola, Zika, SARS) han demostrado que la incorporación de las
mujeres en el abordaje de la emergencia es fundamental y provocan en
la mujer una posibilidad de reinvención personal.


El hogar pasó a ser el ámbito donde todo ocurre: el cuidado, la
educación de los niños, niñas y adolescentes, la socialización, y el
trabajo productivo.


Las madres dedican más tiempo a mantener el hogar, “una dinámica ya
presente a lo largo de varias décadas”. Las investigadoras citan un
estudio de Lidia Ferré, de la Universidad de Barcelona, quien calcula
que las mujeres tendieron a asumir la responsabilidad principal de la
mayoría de la carga doméstica y del cuidado de los hijos durante la
pandemia, aun en el caso de que ambos progenitores estuvieran
trabajando durante la cuarentena. En concreto, la brecha de trabajo en
el hogar aumentó en más de una hora, según Ferré.


Fuera de los hogares, las mujeres también constituyen el mayor
contingente que está asumiendo los cuidados, en el sector de la
sanidad, en el trabajo doméstico remunerado y en centros
especializados de cuidado de menores, adultos/as mayores y personas
con discapacidad, situación que conlleva impactos diferenciados sobre
la salud de las mujeres y las expone a un mayor riesgo de contagio.


Con independencia del sector, la efectiva participación de las mujeres
en el trabajo remunerado que se recupere post COVID-19 será necesario para su empoderamiento económico y para la reactivación
económica de los países.


El escenario que hoy vivimos no será el último reto al que nos
enfrentaremos como mujeres. Mirar lo positivo, sacar las conclusiones
que nos impulsen a ir para adelante como lo hemos hecho a lo largo y
ancho de la historia.


Debemos pensar que el acceso a la tecnología que nos ha permitido el
COVID-19, nos abrió el mundo. Tenemos más conocimiento,
aprendimos, crecimos, vimos más oportunidades, cambiamos
estrategias, nos convertimos en emprendedoras, aprendimos sobre
redes sociales… nos reinventamos una vez más, cuidando y siendo el
pilar fundamental en nuestras familias.


Somos madres, abuelas, hermanas, amigas, emprendedoras,
trabajadoras y jefa de hogar, políticas, militantes, referentes, dirigentes
, representantes de todos los partidos. Es todos, juntos, hombres y
mujeres que construimos el país y el departamento que queremos.


Vamos haciendo camino al andar. Hoy nos permitimos saber y decir lo
que necesitamos, lo que queremos y que el mundo se de cuenta que
despertamos. En este camino , que no es fácil , sigamos soltando
prejuicios que no nos pertenecen ni nos definen pero que aún nos
marcan.


Sigamos diciendo no, gracias y muchas más veces más sí, quiero ! Si
puedo !


Vamos por lo pendiente: equidad salarial , reapertura del hogar de
violencia doméstica en Salto, que fue abierto en la Administración
Germán Coutinho y se cerró con el Frente Amplio. Seguimos
repitiéndolo porque sigue doliendo.

Por más tobilleras para Salto y por más recursos para educar en
equidad porque hay cambios culturales por los que debemos seguir
apostando y son el origen.


Luego de siglos de experiencia y de lucha, sabemos que la esperanza
no se construye solo con optimismo, sino principalmente con activismo.
Con convicción, con entereza y con esmero. Eso es lo que hacemos
diariamente. Porque creemos en nuestras capacidades y hemos
demostrado que siempre estamos a la altura de las circunstancias
porque cada etapa es una oportunidad de reinvención.


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