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La Unidad n.º 20 del Instituto Nacional de Rehabilitación es una de las cárceles del país donde más funcionan los programas de capacitación laboral que brindan herramientas de rehabilitación para los reclusos que allí conviven.

Con 326 privados de libertad –la mayoría hombres aunque la población es mixta– esta cárcel de media seguridad ubicada en Salto ofrece posibilidades de capacitación y trabajo a todos los presos y, del total de internos, el 70% se mantiene ocupado. 

El pasado fin de semana ocho presos que participan de un taller de teatro dentro de los muros del penal visitaron, por primera vez, un aula de la Universidad de la República.

“Se trata de ocho presos que participan del taller de teatro del oprimido, un proyecto que depende del programa Aprender Siempre del Ministerio de Educación y Cultura y que se imparte dentro de los muros de la cárcel. Los reclusos participaron del encuentro regional que se llevó a cabo en el Aula Magna del Cenur Litoral Norte de la Universidad de la República de Salto”, dijo a ECOS la directora de esa unidad del Instituto Nacional de Rehabilitación, María de los Ángeles Machado.

Del encuentro participaron ocho reclusos, entre hombres y mujeres, que contaron sus experiencias ante el público y docentes.

“Fue muy emotivo acceder a la posibilidad de ser escuchados y que pudieran compartir su experiencia con el público y los actores y actrices que estaban presentes en la Universidad. Para todos era la primera vez que podían conocer la sede universitaria y por ende no era solamente una salida cualquiera», indicó Machado.

En la actividad los internos de Salto eran los únicos reclusos y compartieron experiencias con actores profesionales, vinculados a distintas compañías teatrales. «Estaban en el centro de la escena y fue muy emotivo para todos, muy liberador, porque el taller les permitió sacar cosas de adentro», explicó.

Del Encuentro Regional de Teatro del Cenur Litoral Norte participaron siete elencos de Argentina y Uruguay y circularon cerca de 1000 personas que presenciaron obras de teatro, además de asistir a charlas o talleres promovidas por la sede universitaria local.

El fin de semana no solo fue especial para las ocho personas privadas de libertad que visitaron la Universidad, sino también para quienes realizan en la cárcel distintas actividades deportivas.

El sábado por la tarde los patios de la cárcel se transformaron en un estadio donde se llevó a cabo una velada de boxeo organizado por el Departamento de Deportes de la unidad, el programa Knock out a las Drogas y la Dirección de Deportes de la Intendencia de Salto.

“Se pudo compartir con las familias de los internos e internas que allí residen, es parte del camino que como equipo nos hemos trazado, que el adentro de la institución penitenciaria sea lo más parecido al afuera es algo por lo que trabajamos día a día. Creemos que éste es el camino, y no nos queda más que agradecer a aquellos que nos abren las puertas”, agregó la directora. 

En la velada participaron internos que reciben clases de boxeo dentro de la unidad y boxeadores que no están en prisión y son formados en la academia departamental.

«Nos fue muy bien, fue una instancia muy productiva en el marco de un programa más amplio que venimos desarrollando e incluso ganamos dos peleas», dijo la jerarca.

Con el objetivo de desarrollar opciones laborales y de capacitación para los internos, la unidad firmó convenios que le permiten a los reclusos trabajar en un naranjal, en un aserradero o prestar servicios de barrido y limpieza en distintos puntos del departamento.

Esta unidad del INR se encuentra en un predio que fue, inicialmente, creado solo como cárcel para varones en 1975. El incremento de la población carcelaria hizo que el centro también aceptara mujeres y menores de edad hasta superar las 300 personas que hoy conviven intramuros. 

Hasta hace cuatro años el centro estaba bajo jurisdicción de la jefatura departamental y hace cuatro que el INR asumió el control.

“Quienes tienen la posibilidad de salir son los que tienen tres cuartas partes de la pena cursada, buena conducta y aceptan someterse a un monitoreo del equipo técnico penal”, sostuvo la jerarca.

Todos los presos que deciden trabajar están en regla, aportan al Banco de Previsión Social (BPS) y se les acredita un salario que es cobrado por sus familias fuera de la cárcel.

“Todos los internos que trabajan perciben un salario, integran la plaza financiera de la sociedad y están habilitados por el Ministerio de Trabajo. Sus familias cobran el sueldo afuera mediante una tarjeta y también contribuyen un porcentaje de su salario al fondo de solidaridad para las familias de las víctimas. Es una suerte de reparo para quienes sufrieron los actos delictivos”, cerró la directora.

Incluso este lunes una cuadrilla de internos comenzó a trabajar en el acondicionamiento del Parque Benito Solari, ubicado al norte de la ciudad de Salto. La diferencia es que estas «brigadas de acción ciudadana» son honorarios como una «suerte de reparación» al daño causado por los delitos.

De las personas que asumen tareas laborales la mayoría están dentro de lo que se cataloga como “delitos menores” para la escala del INR. Esos delitos son, entre otros, venta, recepción y tráfico de drogas, desordenes en la vía pública y abigeato.

ECOS


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