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Por Germán Coutinho.

Muchas veces hablé con mi familia, mi principal sostén, para decidir si debía seguir por este camino que tantas satisfacciones me ha dado y en el cual dejé los mejores años de mi vida. Es que no tengo otra forma de vivir la vida y la política si no es poniendo mucha pasión, entusiasmo y coraje. Esto fue así casi desde niño, cuando mi padre recibía al extraordinario Amílcar Vasconcellos, maestro, republicano, batllista, liberal y colorado como pocos, de cara a la histórica elección de 1984.


Esos valores que me transmitió mi madre siendo muy chico intenté cultivarlos todo el tiempo, desde que presidí la Asociación de Estudiantes Osimani y Llerena, hasta este presente que me llena de orgullo siendo el vicepresidente del Senado de la República.


En el medio pasaron muchas cosas, diría que media vida se ve reflejada en la función pública; como integrante del gabinete del Esc. Eduardo Malaquina (asumiendo responsabilidades en distintas áreas, como la de Juventud y Deporte, Turismo y Prensa y Relaciones Públicas), luego como intendente y más adelante en mi rol de senador, gracias a que los salteños me han honrado una y otra vez con su apoyo.


Podría decir que cumplí un sueño, o varios sueños.


También tengo muy presente los momentos de adversidades, las amarguras que pasé junto a quienes me rodean. Porque hacer política y gestionar la cosa pública tiene sus sinsabores. Vaya si lo sabré.


Creo, sinceramente, que la actividad política ha sido degradada en algún punto. Se han perdido algunos valores basados en el respeto a las instituciones y a las personas que desempeñan tan digna tarea como la de gobernar.


Pero después de valorar toda mi trayectoria llegó un día que me dije a mí mismo: me siento bien, con ganas y tengo mucho más para ofrecer como servidor público.


Sobre todo, porque me resisto a ser un simple observador de la decadencia del lugar donde nací y me desarrollé, mi Salto, el que tanto quiero y siento como mi lugar en el mundo.


No hay margen para la resignación, es momento de actuar y tengo claro lo que hay que hacer.


A la experiencia acumulada en la función de gobierno le sumo ahora un extraordinario trayecto político que me llevó por el mundo. Pude ver cómo han hecho otras ciudades para desarrollarse, hablé con muchas personas exitosas, sé que hay muchos inversores que están dispuestos a acompañarnos. En definitiva, construí estrechos vínculos a nivel nacional e internacional y todo eso quiero ofrecérselos a los salteños.


Allí está la llave para nuestro futuro y el de nuestros hijos.
A la capacidad natural de los salteños para distinguirse en todas las actividades, le sumaremos la voluntad de aquellos que tienen ganas de invertir en sus ideas, en sus proyectos, en sus sueños.


Salto necesita y merece despegar en base a una agenda de temas relevantes, para generar trabajo de buena calidad y oportunidades para todos.
Sé cómo gestionar, lo haré mejor –con un equipo preparado– y estoy soñando en grande.
Espero que todos se animen.


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