En la noche de este lunes asistimos a una reunión autoconvocada por un grupo de artistas y agentes culturales salteños, motivada por un único tema, que la Intendencia tenía en estudio un proyecto de que el Mercado 18 de Julio pasaría a albergar emprendimientos privados del rubro gastronómicos.
El dato surgió desde adentro de la propia Intendencia, al cual se sumaron otras voces, citando expediente y en muy pocos días estos trascendidos fueron adquiriendo mayor fuerza y por tanto mucha preocupación desde diferentes ámbitos de la cultura.
Entre los días en que me llegó el “rumor” y la reunión que menciono, me vinieron del recuerdo varios reclamos que desde la izquierda hacíamos a los entonces gobiernos de los partidos tradicionales, cuando dejaban caer las empresas públicas, anquilosarlas, dejarlas moribundas, para luego argumentar que si la gestión pasaba a manos de privados sería un gran negocio para el país. Nos quisieron hacer creer que ANTEL era aquella empresa de los 90 donde tramitar un teléfono base era una gestión de meses y meses y meses o que el servicio de saneamiento en manos de privados podía ser gerenciado mejor que por el Estado, es decir que el sector público, el de todos y todas.
Algo similar sospechábamos cuando Termas del Arapey desde gobiernos anteriores comenzó a mostrarse como la pesada cruz que cargábamos los salteños, al tiempo que comenzaron a circular argumentos que la alternativa era la cesión a manos privadas. Y poco después vino el primer gobierno departamental del Frente Amplio se impulsó y puso a prueba una empresa turística vigorosa, quizás no generadora de riquezas a las arcas municipales, pero si promotora de inversiones y de mano de obra.
Mucho me dolió pensar que un servicio cultural, declarado bien patrimonial de la nación, corriera similar suerte a aquello que tanto combatimos.
La izquierda viene demostrando que desde el sector público departamental se puede gestionar bien, que los ciudadanos tienen la certeza que pagando el boleto más económico del país pueden subirse a un ómnibus urbano y llegar a destino, al contrario de lo que acá pasaba menos de dos años atrás. Memoria debemos tener también al contrario de lo que nos querían hacer creer dos años atrás, las calles hoy pueden ser recuperadas si hay buena gestión pública detrás. Lo mismo con la recuperación de los espacios públicos, lo mismo con la recolección de los residuos, el ordenamiento del tránsito o la vigorización del turismo.
En esta línea es que me resisto, como agente cultural, a pensar que las políticas culturales queden en la desidia por falta de gestión competente. Me resisto a creer que frente a la mala gestión cultural impulsada por de la derecha nos encontremos ahora lejos de mejorarla y encima hagamos empeño en empeorarla, con supuestas propuestas como ceder a privados lo que los depositarios públicos son incapaces de gestionar. Salto tiene un potencial cultural inmenso, por su historia y por un capital cultural y artístico envidiable, servicios culturales que deben ser dignamente gestionados, artistas de gran talante y eso debería ser el plus del sentirnos salteños y salteñas.
En la reunión del lunes una querida amiga y gran artista en representación de la Intendencia nos llevó el mensaje de que la propuesta había sido tratada el mismo lunes en gabinete, y desmintiendo que ese proyecto “privatizador” fuera a prosperar. Una lástima que no estuvo el principal del departamento de Cultura, siendo que fue personalmente invitado por la asociación coordinadora de la autoconvocatoria para exponer la voz oficial frente a cerca de una cuarentena de artistas.
La noticia nos tranquilizó, pero no nos conformó. Será que cada vez somos más quienes en políticas culturales departamentales queremos hechos, no palabras.
Ma. De los Ángeles Machado Aguerre.